15.7.08

Algún día seremos gallinas (continuación)


A un lado de nuestra mesa había un bigotón que no dejaba de contemplarme y me estaba poniendo nervioso por que no sabía si intentaba seducirme o le inspiraba admiración. A su lado una mujer un poco gorda le metía la mano en la camisa y le acariciaba el peluche. ¡Qué horror tener así el pecho!
Al volver a concentrarme en nuestra mesa la tentación de las chelas se apoderó de mí, de tal modo que dejé la copa y me decidí por éstas últimas. La música del grupo que estaba tocando era regular, me seguía pareciendo mejor la nuestra. El vocalista tenía los ojos delineados y verdes, y un cabello lacio que continuamente acomodaba tras la oreja con esos dedos delgados de uñas largas. El público hacía su mayor esfuerzo por comprender lo que cantaban o al menos intentaban seguir el ritmo de la canción fingiendo que les gustaba. Pobres. No saben lo que es el rock, pero nosotros los íbamos a prender y entonces sí todos iban a estar en la pista y no aplastados cuchicheándose. Justo al pensar en esto me descubrí haciendo movimientos torpes y riendo estúpidamente, pero me valió y continué chupando. En el momento en que tuve la necesidad de ir a firmar, estaba decidido a no mostrarle a nadie mi estado. Una vez en el baño y después de lo de las nubecitas, se apoderó de mi el asco y la imposibilidad de vomitar. Ignoro el tiempo que estuve allí. Hasta se me olvidó que íbamos a tocar y que yo era el del Bajo. Incluso al estar justo sobre el excusado comencé a sentirme con súper poderes: sólo de mirar el agua en su interior creía que giraba con todo y cadáveres, y no se trataba de eso, sino que me era imposible enfocar un solo punto.
Eso estaba pensando cuando escuché un sonido que me era familiar. Alcancé a ver sólo un fragmento de sus botas través de las rendijas, por que ni siquiera pidió permiso para entrar. Sus ojos me recriminaban el haberme puesto así en un día tan especial. A él le debíamos esta primera oportunidad y ahora lo había defraudado. Quise articular una frase, pero no me dió tiempo.
- Voltéate –, gritó.
Le obedecí al instante, pero mi cargo de conciencia decidió que debía disculparme.
- bbrrdóname blflamas brlgg –, supliqué al mismo tiempo que vomitaba. Tal era su furia que parecía estar dispuesto a sacarme las tripas. Al mismo tiempo que me apretaba, la posición en la que nos encontrábamos y mi pecaminosa mente provocaron una excitación en mi cuerpo. Caí en el suelo deslizándome por la pared sintiendo que acababa de parir triates.
- Y ahora vas a salir y te vas a aplastar en la mesa, y créeme que nunca te voy a perdonar si lo arruinas todo hoy.

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