15.7.08

Agún día seremos gallinas


Qué cosa más ridícula era eso de poner nubecitas en el techo de un w.c., sobretodo tratándose de un lugar así, que nada tenía de etéreo. Nunca me he distinguido de mis cuates por ser precisamente el más “machín”, pero no importaba, por que estaba seguro de que ellos opinarían lo mismo que yo. Este detalle me causó tanta risa que por poco me meo. La verdad es que a esas alturas de la noche ya todo me causaba risa.
¿Qué hacía viendo el techo?, sólo sé que al bajar la mirada, todas las cosas adquirieron aún más movimiento del que ya tenían. Quise sostenerme, pero las puertas del baño eran abatibles, como las de las cantinas, sólo logré apoyarme de la pared hacia dónde me lanzó. Ya varias veces habían llegado mis compañeros a preguntar si todo estaba bien, y como les había gritado que se largaran, éstos optaron por dejarme solo.
Aún no comprendo cuál había sido el motivo por el cual llegué a tal estado de ebriedad. Recuerdo que casi me guacareo cuando entré al baño del “Leviatán, musica&chelas”. Chale. ¿A quien se le ocurría tener un baño mixto? Por supuesto que no tengo nada en contra de las mujeres, mis respetos; pero ahí parecía que habían asesinado a alguien. No mam… En ese instante me arrepentí de no haber ido a tirar el kilo en uno de esos terrenos del camino, total, estaba oscuro y nadie me iba a ver. El caso es que intenté jalar la palanca con un pie, pero no había agua. ¡Claro! ¿Qué podía esperarse de ese pueblo? No tenía tiempo de poner papel alrededor de la taza. Yo empezaba a sudar y mi corazón a latir más rápido. Así que no tuve más remedio y lo hice. Nunca pensé lo difícil que sería cagar a una bolsa del súper. Sé lo que dirían los muchachos, que soy un maricón, pero era preferible eso a saber de qué enfermedad me podía contagiar.

A pesar de ser un lugar oscuro, salvo por unas cuantas luces, al salir del baño sentía que me miraban, como cuando hiciste algo malo y crees que todo mundo lo sabe. Me costó trabajo ubicar a la banda a través de ese humo azul. Al estar junto a ellos descubrí que no sólo me miraban a mí, sino a todos nosotros. Supuse que la gente del lugar no había visto a alguien con tantas perforaciones, o posiblemente les resultaba atractiva nuestra forma de vestir. Esto último volvía a apenarme, pues con cada mirada me reprochaba a mi mismo el vestir así y haber tenido la delicadeza de cagar en una bolsa del oxxo. Poco a poco salí del bochorno y comencé a considerarme popular. Pensé que podía exaltar mi condición de celebridad, así que pedí vino en lugar de cerveza. Segurito esos gandayas se iban a burlar de mí, pero para mi sorpresa hicieron caso omiso de mi ocurrencia. Ciertamente su orgullo no les dejó aceptar que era una magnífica idea y por eso pidieron chelas. El naco del mesero me trajo algo así como la sidra de los quince años de su prima, pero para darle chance no le dije nada y me la empecé a tomar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Bienvenido, gracias por escribir!