6.7.08

Nada de llanto, sólo risas...




Has sido excéntrica hasta el final. Nos llevaste en una kilométrica y llamativa caravana siguiéndote a través de Atlixco, mientras tú, escapabas en una camioneta roja para dar un paseo con el novio que tanto te ama. Después de pasar un rato a solas, se despidieron con un beso. Parecías una princesa, rodeada de todo lo verde, arropada en nubes y arrullada por pajaritos. Tu castillo se formó de cientos de rosas blancas y otras flores que con su perfume formarán una esfera para que tu esencia continúe intacta. Se me ocurre pensar que la belleza que siempre contagiaste a todos los que fuimos cercanos a tí, en este momento te es devuelta.
Me dió gusto encontrarte aquella noche y bailar un ratito en ese antro. Aunque lucías cansada, sé que tus últimos días los viviste con plenitud, y que tu desición de apostarle a tu calidad de vida, en lugar de continuar con un tratamiento que te mataba más y que no te ofrecía garantía alguna, fué la acertada. Eres mi gran ejemplo de sabiduría al aceptar las cosas que tiene la vida y al vivirla con coraje y alegría.
Hoy es el último día que te ví físicamente, pero eso no me entristece, pues los cientos de personas que te acompañamos, somos tu pase a la inmortalidad. De mi parte no hubo llanto, sólo una tierna sonrisa llegó a mí al mirarte dormidita, tan hermosa como siempre lo serás. Acompáñame Hannita, mi amiguita de la infancia, sé mi inspiración para enfrentar la vida con decisión, como tú lo has hecho.

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